(294 pág.; Penguin Clásicos) (19; junio de 2021)
Anna elige este libro, que es el undécimo del CLC, y, como
en otras ocasiones y porque ya he hablado con algún miembro del club, con
disparidad de opiniones en relación al contenido; lo que es bueno, según mi
parecer, pues eso indica que hay gustos diversos y que con las elecciones de
cada uno de nosotros ofrecemos las lecturas más diversas, por lo que no todo
nos podrá gustar pero, en cambio, podremos leer aquello que, si solo eligiéramos
por nuestro gusto, llegaríamos a leer.
A mí me ha gustado mucho, todo él: desde las cartas hasta
la balada y, sobre todo, la extensa carta que un albacea tituló De profundis
y que Wilde escribió para el que fuera su compañero sentimental durante tres
años y que le provocó su ruina física, moral y pública y, hasta cierto punto,
la muerte pocos años después.
En esta carta, escrita desde la prisión, Wilde demuestra tener
una memoria prodigiosa, tanto por los detalles que vierte de la relación entre
ellos, por las fechas, lugares y situaciones que menciona, como por las muchas citas
literarias que, salvo alguna inexactitud, va mencionando en su misiva. El
lenguaje es esmerado, casi poético, y a pesar de ser una relación de agravios
que van avanzando en espiral, es decir, comentando los ya comentados a la vez
que aparecen otros nuevos, en el tiempo y en la localización, aunque son del
mismo tenor que los anteriores. Nada de todo ello se me ha hecho pesado ni
aburrido, a pesar de que es la autobiografía de una persona que tuvo una
relación autodestructiva, pero sí que pasada la mitad hay una larga
disquisición sobre la figura de Jesús de la que, sin estar en contra de lo que
escribe, me parece innecesariamente larga y del tipo que acostumbran a ser las
de los escritores conversos que, aunque Wilde reconoce haber cambiado por el
tiempo que ha pasado en la cárcel, no creo que sea su estilo.
Decir que
lo que más me apetece es leer más obras de Wilde después de lo mucho que me ha
gustado esta no creo que descubra nada a nadie, pero quizá sí pueda sorprender
que reconozca que tengo las mismas ganas de leer una autobiografía, si esta
existe, del Bosie destinatario de la carta.
“Querido Bosie:
Después de una larga e infructuosa espera he decidido
escribirte, tanto por tu bien como por el mío, pues no querría pensar que he
pasado dos largos años de encarcelamiento sin haber recibido una sola línea
tuya, ni siquiera una mera nueva o un mensaje que no me infligieran dolor.”
De profundis