(239 de 476 pág.; Argos Vergara) (48; octubre de
2018)
Reconozco muchos nombres de autores que tenemos en la
biblioteca, por lo que cuando llego a una estantería en la que hay uno de ellos,
y además es su mejor obra, no dudo en cogerla. Cuando la empiezo a leer ya me
doy cuenta de que es un poco rara, de que no termino de entender qué me está
contando, pero no me desagrada lo que explica, a pesar de que es bastante
extraño e hiriente para algunos de los personajes. Es igual, me digo, ya se
aclarará o me enteraré mejor de qué sucede. Y así llego a la mitad, donde ya no
confío en que se aclare, pues estoy más perdido a medida que avanzo en la
historia. Donoso, te vas a la columna del ostracismo con otros setenta y cinco
de tu laya.
Poco puedo aclarar, pero explicaré qué recuerdo del
principio: la voz que pertenece al personaje principal, que es un hombre mudo que
ha sido aceptado en un convento de monjas viejas y que termina siendo una de
ellas (?) explica las vicisitudes de una joven que es engañada para ser usada
sexualmente, aunque a ella no le desagrada. Otra voz aparece y también explica
el desarrollo de la historia, aunque no sé muy bien si también es la del mudo.
Unos capítulos después aparece el personaje que es el rico del pueblo que no
puede tener descendencia y esto le tiene amargado, pero el mudo hará que él
tenga descendencia y los dos serán uno. Y cuanto más avanzas más se oscurece.
“Misiá Raquel Ruiz lloró
muchísimo cuando la Madre Benita la llamó por teléfono para contarle que la
Brígida había amanecido muerta.”