(leídas
510 de 794 pág.; Impedimenta) (6;
marzo de 2020)
Llevo un retraso enorme en libros nuevos, pues este me lo
regaló Marisol en junio del pasado año, creo que cuando fuimos a la Feria del
Libro en Madrid, y hasta ahora no he comenzado a leerlo… y no lo he acabado. Lo
comparan con Pynchon y, parece ser, que es un admirador de este autor, lo que
para mí ya es señal de que no es de mi cuerda, pues no en vano he leído uno y
medio de Pynchon sin que me hayan gustado.
Un profesor rumano de esta lengua malvive entre sus
recuerdos infantiles, sus neuras presentes, su casa con habitaciones
desconocidas para él y su colegio en las mismas circunstancias. Y todo ello nos
lo va contando, a veces en presente, otras a través de un diario que llevaba
cuando fue joven, otras a través de los sueños que tiene. Todo ello envuelto
por una Rumanía actual en la que la pobreza campea.
Si he
aguantado la lectura hasta este punto es porque hay muchos capítulos
verdaderamente interesantes: los que describe su presencia en el colegio, en la
ciudad e, incluso, las de su niñez, además de los capítulos en los que habla de
matemáticas o de ciencia, por lo que no se le puede negar un conocimiento
enciclopédico; pero los capítulos dedicados a sus ensoñaciones, sueños o
pesadillas u otras historias que no llego a entender se hacen muy aburridos. En
el posfacio del libro se le dedican estos apelativos al manuscrito del
narrador: “elegiaco y alucinante, grotesco y sublime, desolador y espectacular,
exuberante y lleno de compasión, onírico y paranoico, críptico y cartográfico,
visionario y agnóstico, …”. No he podido con todos los adjetivos.
“He cogido piojos otra
vez.”